Tenemos hilos para quienes se han follado a gordas, para quienes se han follado a subnormales (por cierto, @EcheniqueC17, nos debes una historia ahí)…
Es hora de seguir subiendo el listón y hablar también de cornudos, ya sean consentidos o no, y de incestos. ¡Demostremos que Tabloide es el sitio con mayores depravados por metro cuadrado de Internet!
Que yo sepa, a mí no me han puesto nunca la cornamenta, pero mis primeras relaciones sexuales fueron incestuosas. Sí: en mí se dio el dicho ese de “cuanto más primo, más me arrimo”. Así que seré yo mismo quien abra este hilo.
Tampoco siento que puedo decir “me tiré a mi prima”, porque no fue exactamente eso. Es decir, no echamos un polvo, sino que éramos más bien dos mocosos prepúberes descubriendo nuestra sexualidad. Y creedme, que esos momentos son incluso más morbosos que haber echado un simple polvo.
Sucedió durante todo un verano; teníamos alrededor de 10-11 años (ella dos años más que yo), y todas las tardes nos veíamos en la playa con nuestros padres. Aunque había algún niño más en la familia, ella y yo siempre estábamos juntos.
No me acuerdo de cómo empezó todo, pero sí recuerdo momentos en los que nos rozábamos en el agua; al principio sin querer, y, tras descubrir el placer del roce, tanto ella como yo hacíamos por rozarnos más de manera sutil.
La cosa siguió una vez que fuimos juntos al servicio (había uno solo para hombres y mujeres). Recuerdo perfectamente su cara, mezcla de fascinación y curiosidad, cuando me saqué la polla —en esa época me empezó a crecer y ya tenía un tamaño considerable—, y cómo ella se bajó las braguitas del bikini y empezamos a jugar inocentemente a “culito con culito, pollita con chochito, pollita con culito”… Lo que menos hacíamos era “culito con culito”. No hubo penetración, pero el enorme placer del roce fue todo un descubrimiento para nosotros, y más aún sin bañador, carne con carne.
Era mi prima favorita, y yo su primo favorito. Tanto que muchos fines de semana me quedaba a dormir en su casa. Ahí ya no me acuerdo de mucho más, solamente de que ahí en su casa fue donde dimos un paso más y empezamos a toquetearnos mutuamente. Nos dábamos besos (esos primeros besos —sólo besos— con el sexo opuesto me la ponían durísima) mientras que nos tocábamos los genitales el uno al otro.
Tampoco me acuerdo de qué pasó exactamente, que dejamos de tener tanta relación: se acabó el verano, dejé de dormir en su casa, y quién sabe si alguno de nuestros padres sospechó algo… La cuestión es que ahí acabó la cosa, pero esa experiencia se quedará grabada para siempre en mi memoria.
Hoy estamos ambos casados, y ambos con hijos. Nos vemos muy, muy poco, y cuando lo hacemos nos preguntamos lo típico: “¿Cómo estás? ¿Y los niños, qué?” Poco más. Pero estoy seguro de que, teniendo a nuestras parejas e hijos al lado, cuando ella me ve recuerda lo mismo que yo…
Bueno, ahora os toca a vosotros. Compartid cualquier relación incestuosa que hayáis tenido. No sintáis vergüenza, es normal que siendo pequeños queráis descubrir vuestra sexualidad y lo hagáis con quien tenéis más a mano y tenéis más confianza: una prima. El problema es cuando no se trata de algo puntual sino cultural, o sea cuando en una sociedad es normal que los varones preñen a sus hermanas, hijas o nietas, como sucede en Panchoamérica.